Cada día nos sorprenden las situaciones que vivimos. El día de hoy se ha planeado dejar terminado el censo de tiendas en el campamento de EKO. Resulta laboriosa esta tarea, ya que la diversidad de composiciones familiares, así como el hecho de que puedan aparecer nuevas tiendas, hace que sea difícil adaptar el reparto de bolsas de vegetales que se viene haciendo con las necesidades reales. Este trabajo ha sido concluido gracias en gran parte a la colaboración de interpretes (refugiados) que han realizado un gran trabajo.
A media tarde han llegado al campo varios autobuses de policía con personas que han bajado con sus escasas pertenencias. No hay sitio para ellas y por si esto fuera poco, entre los recién llegados hay un grupo de afganos que no son bien recibidos por los algunos de los actuales moradores del campo de EKO. Rápidamente los voluntarios nos hemos empezado a movilizar para evitar tumultos, facilitándoles agua y mediando con la policía para su traslado a otro lugar. Finalmente y dado que los recién llegados, pudieran (interceptados en su intento de cruzar la frontera), no confiaban en los autobuses policiales, se ha conseguido que las autoridades hicieran la vista gorda ante el traslado en coches particulares (no permitido).
Algunos de nosotros hemos colaborado en el traslado hacia el campo de HARA. En el lugar nos encontramos una situación comprometida. En un viejo edificio ocupado por decenas de hombres de origen pakistaní, se encuentra también una joven marroquí sola y enferma. Tratamos de convencerla de que venga con nosotros al campo de Eko (más cómodo y seguro), pero rechaza la oferta.
Nos llega el rumor de que existe la posibilidades de entrar en Idomeni e improvisamos una visita. Hemos de interesarnos por una placa solar que colocaron nuestros compañeros anteriormente, motivo por el cual se nos abre el acceso restringido.
Nos invade una angustia al llegar al campo que nos acompaña durante toda la visita. Contemplamos el vacío más absoluto, la desgarradora huella de quien abandona lo poco que tiene porque no se le desea y es obligado a irse, no se sabe hacia donde. Nadie los quiere y se les niega el derecho a un futuro. Sabemos que somos de los primeros en contemplar este escenario que nos avergüenza.
Una parte de la vida de miles de ciudadanos que huían de la guerra o de la miseria quedarán en Idomeni para siempre y Europa sigue dándoles la espalda.
Afortunadamente encontramos personas que ya trabajan recuperando lo que ha quedado de Idomeni para llevarlo a otros campos inmediatamente.