Los medios de comunicación focalizaron toda la crisis de los refugiados en la dramática llegada de éstos a Lesbos o Chíos, o al hacinamiento de personas en el campamento de Idomeni. Sobre el terreno comprobamos que éste no era el único campamento y que los refugiados se distribuían en campos provisionales por toda la geografía helena. Y si por su situación geografía, Grecia sufría las mayores consecuencias del cierre de las fronteras en Europa, otros países fuera de ésta, acogían a millones de refugiados: Turquía, Líbano, Jordania, Egipto…
Otra realidad que pudimos constatar trabajando en los campamentos, era la variedad nacionalidades que poblaban estos campamentos. Sólo Idomeni reunía hasta veinte nacionalidades distintas y acompañando a una mayoría siria, se agolpaban gentes llegadas desde India, Bangladés, Pakistán, Afganistán, Kurdistán, Irak, Irán, Marruecos… incluso países del centro de Africa.
La convivencia entre distintos pueblos y culturas podría resultar soportable, pero en estos campamentos se viven situaciones de extrema necesidad y unido a la frustración y abandono al que se ven sometidos hace que la menor chispa desencadene peleas y reyertas.
Esta situación ha llevado a separar en distintas áreas de un mismo campo o incluso en diferentes campamentos a gentes de distinta procedencia.