Amanece un día más en una Grecia resquebrajada por un sol abrasador que no da tregua, por
una crisis que se palpa en cada rincón, en los socavones de las carreteras, en las innumerables
naves industriales abandonadas, calles rotas, … ruinas… ruinas… Los mal llamados refugiados, no‐refugiados, inmigrantes, ilegales, alegales, esperan en tiendas escondidas en polígonos
industriales y convertidas en auténticas calderas, deambulan por las carreteras, duermen en
bancos, casas abandonadas, desesperan una vez más ante las poderosas mafias para que les
saquen de este país reseco y exprimido por las políticas europeas a un destino desconocido. Destino sin nombre, en el que probablemente volverán a perder la escasa dignidad que
todavía pueden atesorar tras esta brutal travesía por el desierto de la hospitalidad en busca de
una vida que pueda ser vivida. Solo quieren ser personas, y ser tratadas como tal. PERSONAS. Como tú y como yo. PERSONAS.
La búsqueda de una vida digna para ell@s, para sus hij@s, probablemente sea el único empuje
que les haga continuar en este camino y no rendirse. Y en el epicentro de este fracaso
europeo, de este fracaso humano, todavía es posible encontrar ojos que sonríen, miradas de
agradecimiento y muestras de generosidad que en este contexto adquieren la dimensión de
infinitas. Miradas que se te clavan y a duras penas puedes aguantar estas dosis de realismo sin
romperte por dentro.
Pero ¿de qué me voy a quejar yo? Si se que en unos días volveré a la rutina, a la distancia, mientras aquí se seguirá librando una batalla por la supervivencia, como en otros cientos de
lugares del mundo, sin altavoces, sin cámaras. El olvido, esa arma mortífera que planea sobre
tantas realidades que ni siquiera soy capaz de intuir. He convivido con la cara y cruz, con la
impunidad de decisiones que arrastran a la muerte, al abandono, a la desesperación, a la
depresión a miles de personas (como tú y como yo) y con la esperanza y entrega de otras
tantas que se dejan la piel intentando aportar un poco de humanidad a esta locura. OPEN THE BORDER!!!!
Me quito el sombrero ante la generosidad que han demostrado los griegos que he podido
conocer en esta corta estancia. A su manera y en la medida de sus posibilidades, que tal y
como está el país, no son muchas: Gracias! Eskerrik asko!! Efjaristó!!