Sabía que iba a ser duro.
Lo que nunca imaginé fue que:
Una mezcla de emoción incontrolable por el reencuentro, inquietud ante lo que me iba a tocar abrazar, y un profundo RESPETO por cada una de las personas que malviven y sobreviven en los mal llamados campos de refugiadxs de Grecia, invadieran todo mi ser las horas previas a llegar a destino.
Y es que una se pensaba que viajaba a destino con la suficiente preparación para afrontar lo que fuera a traerle la vida en esta ocasión.
Lo cierto es, que a lo que una nunca llega a estar preparada es para asimilar la desmesura con la que la realidad supera la ficción, tristemente también, en este caso.
Y es que ¿cómo encajar:
-La brutal desolación a la que han derivado los campos?
-El absoluto deterioro de las condiciones de vida de las personas que los habitan?
-Que sea el atronador silencio quien comunique el angustioso estado en el que se encuentran?
Abandonadxs a la suerte de la vida.
Dejadxs de la mano del mundo.
Sin destino ni rumbo
Esperas crueles, indignas, injustas e interminables, que no llegan a su fin.
Sonrisas que duran segundos a lo más, porque la situación resulta profundamente insoportable.
Miradas perdidas.
Esperanzas robadas.
Ilusiones congeladas y desvanecidas.
Episodios de angustia.
Afectos imposibles de cubrir, de antender, y mucho menos mantener en el tiempo, porque tan solo ellxs permanecen allí de continuo. El resto va y viene. Vamos y venimos.
Brotes que indicar cuán frágil es el ser humano, y qué tan fácil puede unx perder la cordura (en su amplio sentido)
Iniciaciones al hábito insano de fumar, porque como bien decían ellxs, “total, qué tiene de bueno esta vida para mí? Campo Lagadikia, navidades 2016
Temperaturas gélidas, difíciles de combatir cuando la única y principal actividad es esperar. ¿Esperar a qué? Una vez más, nadie responde. Y el silencio vuelve a apoderarse de la situación, y de la vida misma.
Vientos heladores que atravesando esos finísimos cuerpos congelan y rescrebajan el alma (la suya y la mía)
Ni siquiera el sol brilla, aunque luce señorial, como todos los días.
Voces ninguneadas.
Seres invisibilizados.
Futuros anulados de golpe.
Solidaridad discontinua.
Humanidad a plazos.
Miradas faltas de energía para comunicar lo que el silencio permite leer entre las décimas de segundos que duran el encuentro de nuestras miradas.
Vidas muertas.
Conversaciones tipo:
-How you feel today? -Ok, don,t worry
Y el silencio vuelve a apoderarse de los siguientes minutos, haciéndolos eternos.
Respiraciones que no llegan a su fin porque la angustia ocupa gran parte de sus interiores.
Suspiros ahogados, entrecortados.
Containers (donde viven ahora) decorados con motivos navideños, pero sin motivo alguno de fiesta ni celebración .
Incluso el momento de ir al baño resulta indigno, no íntimo, intranquilo. Ya que el baño es un container común, compartido, desprendiendo una pestilencia abominable. Y así durante meses, no importa si es invierno o verano.
Pies descalzos, desprotegidos, expuestos a todo tipo de inclemencias.
Amores tan profundos como fugaces, efímeros.
Sonrisas y desasosiegos casi al mismo instante.
Fuegos artificiales en Saloniki, y mi alma resquebrajándose poquito a poco, o de u n golpe quizás, aún no lo sé.
Sabía que iba a ser duro. Lo que nunca imaginé es que fuera tan insufriblemente desgarrador.
Desde el más profundo respeto que me merecen todas y cada una de las personas que luchan diariamente por sobrevivir en esas condiciones infrahumanas, en especial a las que he tenido la suerte de conocer (habibis todxs) , toca recomponer el alma hecha añicos que me traje de esta mi segunda estancia en los campos de refugiadxs de Grecia.
Ojalá, el recién estrenado año nuevo haga que se cumplan las metas de cada una de las personas a las que nadie sabe aún porqué motivo, no les queda más remedio que seguir allí- Y les lleve de una justa y merecida vez al destino que tanto anhelan.
Y a quien está permitiendo que esto suceda, ojalá este mismo recién estrenado año, les traiga la valentía y el coraje suficiente para poner fin y terminar con este maltrato sangrante.
Insahllah!
Open the borders!
Campos de Grecia, Salonika, Navidades 2016