En los edificios abandonados de la antigua estación de tren de Belgrado (Serbia) se hacinan en estos momentos cerca de 1500 personas, el campamento informal de refugiados más grande de Europa, después del desmantelamiento de Idomeni y Calais. “The barracks” en inglés, “las barracas” para los voluntarios españoles.
Son todos hombres, adolescentes y jóvenes, algunos sólo niños. Cerca de trescientos son menores de edad. Sus nacionalidades son afgana y pakistaní, y por tanto sus posibilidades de conseguir asilo son escasas, ya que Europa afirma que Afganistán tiene “zonas seguras”, y a los procedentes de Pakistán se les considera migrantes económicos.
Para todos es un lugar de paso en su objetivo idealizado de llegar a Alemania u otros países de la UE, pero la mayoría llevan meses allí tras infructuosos intentos de cruzar la frontera con Hungría o Croacia. No quieren ir a centros gestionados por el gobierno serbio por miedo a la deportación.
Muchos esperan a traficantes de personas… Están en naves medio derruidas, con cristales rotos y goteras, con basura acumulada, sin ningún tipo de saneamiento. Hay varios puntos de abastecimiento de agua para bebida y aseo, tres duchas y unas pocas cabinas WC.
En cada nave hay varias estufas/cocinas colocadas por las ONG “HelpNa” y “SoulWelders” este pasado invierno, durante la ola de frío que padecieron (se realiza el reparto de leña dos veces por semana). Tres organizaciones proporcionan el desayuno, y comida y cena calientes (una ONG bosnia,”Hot Food Idomeni” y “NoNameKitchen”). Otras ONG presentes son “Acción Norte”, que ha aportado un camión con duchas, y la “Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio” de Andalucía.
Hay un punto de atención sanitaria básica («la clínica») donde se tratan heridas infectadas, tos, diarrea, dolor de cabeza, infecciones respiratorias,… y problemas psicosomáticos, insomnio, estrés postraumático. Médicos sin Fronteras se encarga del tratamiento de la sarna (la única patología que atiende en las barracas con un camión-ducha), su centro de atención sanitaria está fuera del recinto. Una ONG serbia, RMF, también presta atención primaria a los refugiados.
La policía serbia tolera la presencia de los voluntarios (en la primera quincena de abril había alrededor de cincuenta, y el setenta por ciento eran españoles), pero la ayuda humanitaria es casi «ilegal».
Los refugiados juegan al cricket, voley, fútbol… Algunos ayudan en la cocina, cortando leña, organizando las colas de distribución… Otros pasan las horas muertas sentados en un parque, con la imprescindible compañía del móvil, punto de conexión con lo que han dejado atrás y el lugar donde aspiran a llegar. Y algunos ni siquiera salen ya de las barracas, como si se hubieran dado por vencidos.
Siempre con una sonrisa triste y un “no problem” en los labios. “No problem”, a pesar de cómo están, de dónde vienen y del incierto futuro que les espera. A pesar de las desgarradoras historias que esconden, de su huida de la guerra, de los talibán, del ISIS.
Dicen “no problem” y los voluntarios nos sentimos acongojados por no poder hacer más, y casi avergonzados por pertenecer a unos países cuyos gobiernos dan la espalda a personas que sólo aspiran, legítimamente, a tener una vida digna y segura.
Hay gran tensión e incertidumbre. Es inminente la demolición de estas naves debido al rápido avance de las obras colindantes del complejo residencial de lujo «Belgrade Waterfront», a orillas del Sava.
Se cree que todas estas personas serán llevadas a campos de detención oficiales. Existen alrededor de quince campos en Serbia (unas 7.000 personas), donde se encuentran fundamentalmente familias con niños.
Dos o tres veces por semana “HelpNa” y “SoulWelders” realizan distribución de alimentos y atención sanitaria a las 100-200 personas que se esconden en los bosques de Sid, en la frontera serbocroata (el paso por la electrificada frontera húngara en la región de Subotica está prácticamente descartado). En los bosques entre Macedonia y Serbia se estima que puede haber alrededor de 600 personas. En Rumanía hay unas pocas decenas de refugiados en Timisoara.
En las últimas semanas ha aumentado la afluencia en Belgrado de personas procedentes de Bulgaria (donde hay cerca de 15.000 refugiados), parece que la policía búlgara está permitiendo el paso hacia Serbia. Actualmente sólo el dos por ciento de los refugiados y emigrantes que llegan a la UE lo hacen a través de la Ruta de los Balcanes, la mayoría está pasando por el Mediterráneo Central. Pero si Erdogan cumple su amenaza de abrir la frontera turca, cientos de miles de refugiados podrían desparramarse por esta región, llegando a países donde las heridas de la guerra de Yugoslavia aún están abiertas.
Se está creando un nuevo avispero en los Balcanes.
Pilar Machín Aguilera. Médico. Voluntaria en Belgrado 1-15 abril 2017