SOBREVOLANDO GRECIA

    Con los pies colgando de la baranda de la terraza de nuestro piso en Diavata vuelo. Llevado por el viento sobre una Grecia que me ha enamorado, y veo griegxs tranquilxs, grandes, sin prisas, sentados en sus terrazas; porque las casas no están cerradas, se abren hacia fuera. Están cenando, o simplemente hablando, dejando pasar el tiempo, apacible que los acaricia, los mima, porque ellos todavía, saben tratarlo con respeto.
    A la sombra de su frapé, los griegos se sientan en las sillas de los bares y cafés y practican su pasatiempo preferido: estar.
    Y desde ahí arriba veo que además son un pueblo generoso, abierto, generoso, amante de la vida y generoso. Anclados en el tiempo de la amabilidad y el reposo.

    Y desde arriba oigo su música intensa, vívida, emocionante, alegre y melancólica…

    Y veo los cuatro carriles reales de la carretera de dos carriles teóricos, y el tácito acuerdo adoptado por la democracia real, la del pueblo, de conducir a su manera, de vivir a su manera… y veo que todos los criticamos por no respetar las normas, pero ¿y si somos nosotros los equivocados?

    Y pienso, este país al que la crisis de los ladrones ha intentado destruir resiste en su particular Termópilas, y lo intenta todo por seguir adelante. Y será por eso que Tzipras ha ganado aquí, y será por eso que en España seguimos como seguimos.

Así que cuando me vaya de este país encantado y encantador, voy a aprender griego y volver en cuanto pueda.