Esto es lo que queda del campamento de EKO hoy a la tarde.
Desalojo relámpago.
Para media tarde ya no quedaba nadie.
El paisaje cuando hemos entrado esta tarde era desolador.
Las fotos tenian que ser en blanco y negro, desde luego.
Un día muy triste para todos.
Y estas últimas fotos son del destino que al parecer han asignado las autoridades a los refugiados de EKO Station. Se trata del campo de Vasilika que no parece que les ofrezca unas buenas condiciones.
Han transcurrido dos semanas y llega el momento de volver a casa. Resulta complicado despedirse de gente que a buen seguro no vamos a volver a ver y que desconocemos que les deparará el futuro.
Personalmente, he tratado de evitar empatizar demasiado con las familias que habitan estos campos, a sabiendas de lo duro que puede ser la vuelta a casa. Centenares o miles de voluntarios nos hemos acercado hasta aquí con la intención de hacer un poco más digna la estancia de los refugiados en este tapón que se ha convertido Grecia, a sabiendas, que ésto no es más que un pequeño parche para un problema de semejantes dimensiones. Los muros que pretende levantar Europa difícilmente van a contener las oleadas de inmigrantes que huyen de la guerra o la miseria. Tan sólo harán que aumente su sufrimiento, el rencor y el odio y paguen incluso con su propia vida el intento de llegar a Europa.
Sería conveniente que todas las personas que disfrutamos una vida de confort en el viejo continente conviviéramos tan solo unos días en algún campo de refugiados. Quizás entonces nos planteáramos si somos responsables en parte del motivo que obliga a estas personas a abandonar sus hogares.
De los campamentos de refugiados que lindan con la frontera de Macedonia, EKO es el que reúne unas condiciones «más habitables», si los comparamos con sus vecinos Hara o Bp, o con las situaciones que sufren en los campos militarizados. Además, lo conocemos en una época benigna en cuanto a lo meteorológico. Pasadas, que no olvidadas, las bajas temperatura y lluvias de meses anteriores, ahora se disfruta de una agradable temperatura antes de que llegue el abrasador verano a esta zona.
Cualquiera que se diera un paseo al atardecer por este campamento podría llegar a pensar que está en un camping donde la gente disfruta de unas relajadas vacaciones: Animación para los más pequeños; música y baile para los hombres jóvenes; incluso algunas noches proyección de cine.
Es de alabar la tarea de hacer más llevadera la estancia en los campos de refugiados y evitar que la incertidumbre y la desesperación haga mella en el ánimo de los refugiados.
Es imposible caminar por un campo de refugiados sin reparar
en los niños y niñas que corretean y juegan por todos lados. Aparentemente, sus
sonrisas entre alborotos y sus intensas miradas, nos pueden hacer creer que no están
sufriendo esta situación que les toca vivir, pero es cuando dejamos que agarren nuestras manos y respondemos a sus gestos para ser abrazados cuando
realmente podemos apreciar con detalle sus dientes deteriorados, las picaduras
de mosquitos sobre su piel y por encima
de todo la necesidad que tienen de ser queridos, de ser correspondidos a sus
sonrisas, de que alguien les dedique su tiempo y su cariño.
La vida de estos pequeños está marcada por el dolor y la
muerte de seres queridos, por la huida
hacia un futuro en paz, por el riesgo al que se ven expuestos diariamente en las carreteras, en el mar, por la falta de
higiene y por el rechazo de los pueblos más avanzados que se niegan a darles una
oportunidad.
Disfrutan cuando los voluntarios les montan un pequeño
espectáculo de circo, viendo una película de cine al aire libre o bailando
ajenos a la dramática situación que viven pero no pueden valorar en toda su
dimensión. Para eso son niños, faltaría más.
Pero, cada poco tiempo, ven que personas
que han dedicado tiempo y dinero para acompañarles en su miseria les
abandonan, se marchan y no les volverán a ver. Llegarán otras personas y se irán
para dar paso a más gente. Pero, cuando después
de haber aprendido algunos de sus nombres y haber recibido sus abrazos, nos
alejamos de estas niñas y niños que tuvieron que olvidar sus peluches en Idomeni,
ahora están en Hara o en Eko y nadie sabe qué será de ellos en los próximos
meses, nos hacemos muchas preguntas: ¿conseguirán un futuro en paz? ¿Podrán vivir
en una familia que les ayude a hacerse un camino en la vida? ¿Acabarán en manos
de las mafias sufriendo irremediablemente mientras duren sus vidas?
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En Policastro, centro neurálgico del voluntariado del norte de Grecia se concentran la mayoría de los warehouses, almacenes donde se recepciona ropa y calzado proveniente de los abarrotados armarios de occidente.
En el campamento de Bp. hay un edificio abandonado donde malviven hacinados, unas cincuentas personas entre escombros y basura. Provenientes en su mayoría de Pakistán, Irán, y Marrueco, suponen el último peldaño en la escala de los refugiados. Son en su mayoría hombres jóvenes, provenientes de familias humildes, que han apostado todo por que uno del clan llegue a Europa. Normalmente viajan solos y no dudan ni un segundo en intentar cruzar la frontera día tras día. Desde sus países de origen, vienen ligeros de equipaje, pero a ésto se suma que la policía macedonia les quita sus mochilas con las pocas pertenencias que acarrean dentro.
Intentando abastecer de algo de ropa y calzado a estos refugiados tan desatendidos, ideamos una forma de reparto que evite aglomeraciones y posibles peleas.
Es sorprendente, porque pese a la necesidad, respetan de forma ordenada las colas y asumen con aparente normalidad (provienen de sociedades machistas),que una mujer atienda a sus demandas.
Interesante artículo sobre la visión y reflexión de Xabi Luna, bombero de Navarra, sobre los campos de refugiados en Calais y Quíos, donde ha trabajado de voluntario.