Kawa el dibujante.

Hace unos días me sorprendió este dibujo que describía gráficamente la odisea de una familia en su huida del Kurdistán sirio. Observándolo detenidamente, se podía ver la firma del autor. 

    Kawa es un kurdo que junto con su familia sobreviven en el campo de Katsicas, y casualmente Xosé Abab (un fotógrafo gallego que conocimos en EKO), nos cuenta brévemente su historia:

    Campo de Katsikas en Grecia. 
    Kawa y su familia salieron del kurdistán sirio caminando hasta el kurdistán iraquí. Desde Iraq pasaron a Turquía. La policia Turca los detuvo y estuvieron presos quince días. Finalmente pasaron de Turquía a la isla de Chíos en Grecia. Durante la travesía por mar, de noche, pasaron mucho miedo, con fuertes vientos, tormenta y lluvia. Kawa es un gran dibujante, trabajaba haciendo reformas y decorando casas con sus dibujos. Quieren llegar a Alemania, Holanda, Suiza o España. Actualmente no tienen recursos y dos de sus hijos tienen problemas de salud. 

Foto y microrelato de Xosé Abad.

    Pero el anterior no es el único dibujo que decora la tienda de de esta familia kurda. En éste se puede comprobar la visión de Kawa respecto a la crisis de los refugiados:

    El dibujo realizado por Kawa en el campo de personas refugiadas de Katsikas sintetiza muy bien la situación con la que Europa pretende resolver la situación, mirar para otro lado, negar el asilo y los derechos humanos y abandonar las familias que huyen de la guerra entre las grandes potencias, Europa incluida, por hacerse con el control geo-estratégico de Siria y Kurdistán y la circulación del gas y el petróleo por su territorio, lo que aumentaría en mucho los beneficios de los respectivos consejos de accionistas. La gente asesinada o que huye de la muerte no tiene importancia.

Pinceladas de esperanza

Toda esta gente lo ha dejado todo atrás, trabajo, casa, amistades, seguridad, y se encuentra ahora en una incertidumbre total. Son ya tres o cuatro meses, y previsiblemente serán muchos más, en este rincón del Mediterráneo, atrapados entre la guerra mortífera a sus espaldas y la insolaridad de la Unión Europea, que cruelmente bloquea su camino de huída. Esa Europa del «bienestar», la de las buenas intenciones, la abanderada de los derechos humanos, realmente de momento la única salida para todas estas familias, está a dos pasos de aquí, al alcance de la vista, presentándose como un caramelo deseado pero inalcanzable. Entre medio no hay más que una línea imaginaria existente sólo en el mapa pero que supone una muralla defensiva de papeleo burocrático y acoso policial difícilmente franqueable.

Sin embargo, en esta espera interminable y desgraciada la vida sigue su curso  y la alegría y las ganas de vivir van buscando rendijas por las que colarse para ir iluminando poco a poco este ambiente gris.
Las niñas y los niños son los grandes portadores de esa esperanza, Se les ve en cualquier momento jugando ruidosos y contentos por aquí y por allá, haciendo del campo de refugiados su nuevo hogar, casi como si de un camping se tratara. Unos corriendo detrás de un desinflado balón, otros practicando puntería con tirachinas hechos a base de trozos de guantes de latex y una botella de plástico cortada. Cuando vamos a colocar extintores se nos acercan enseguida, curiosos, con una sonrisa, «my friend, my friend», y al poco se le puede ver a Ione rodeada de pequeñas profesoras en una improvisada clase de cantos infantiles kurdos, o a Iker, a Luis o a mi con un cortejo de ayudantes de electricista tirando de alargadera.
Escenas de esperanza son también pequeños gestos aquí y allá, que dignifican la vida de los refugiados. El centro cultural del campo de Cherso, llevado por unos catalanes, es uno de ellos, con su pequeña escuela y hasta una improvisada pantalla gigante hecha con palets y telas. A su lado está la huerta donde ayer mismo empezaron a poder cultivar sus propias verduras.

Y como ésta, hay muchas iniciativas. A algunos campos,por ejemplo, llega por las tardes el tea-team,de unos voluntarios alemanes, que en una curiosa caravana ofrecen un lugar para tomar té a quien quiera. Aparte hay también médicas, enfermeras, matronas…

Desde Bomberos de Navarra, junto con EREC, estamos ya instalando extintores en los campos que vamos consiguiendo permiso y continuamos con el suministro de verduras frescas y otros alimentos a algunos campos para que puedan romper la monotonía de la comida de catering que les proporciona el gobierno griego. Aparte, algunos días, nos ha tocado colaborar en los almacenes donde se acumula la ropa donada para clasificarla y a hacer lotes de modo que sea más fácil su reparto.

Algunos de los campos, en general, los que están al aire libre, ofrecen una condiciones de habitabilidad mucho mejores que otros, ahora en verano por lo menos. 

En aquellos que están entre paredes y bajo techo uno de los grandes problemas es la sensación de hastío, de no tener nada que hacer, inmersos en un ambiente de cemento claustrofóbico y de calor sofocante. En el de Sindos una organización de ayuda ha alquilado una nave vecina para poder instalar una especie de café, un lugar de encuentro, con sofás hechos de palets, para que en el paso de las horas haya se pueda disfrutar de algún momento de cierto aliciente.

Hay mucho contraste aquí, historias bonitas en medio de la tragedia.

Europe; the » dreamed» land?

                   
Los refugiados que actualmente se encuentran en Grecia, alojados en los distintos campos militarizados no soñaban con viajar a Europa. Sin embargo la situación en los países de origen de éstos los ha obligado a comenzar el asombroso, trágico y sobrecogedor viaje hasta Europa. Once here, su situación no ha mejorado tal y como nos habría gustado. The nightmare continues…
Because of this, la labor del relevo 4 aquí se centra en intentar ayudar como y donde sea posible.Formado por Ione, Santi y Luis aterrizamos el martes 21 y nos unimos a Iker, que vino unos días antes.
Durante estos dos días nos hemos empapado del trabajo realizado hasta ahora y estamos trabajando ya mano a mano con los compañeros catalanes de EREC.
Por ahora estamos realizando dos labores diferentes:
Por un lado, pequeñas tareas que completan trabajos anteriores a nuestra llegada, como terminar el montaje de una carpa o el reparto de alimentos en los campos de Cherso, Sindos-Karamanli y Alexandría.

Por otro lado, la posibilidad de que se inicie un incendio en los campos es muy muy alta. En algunos hacen fuego para cocinar, y los empalmes que hacen en los cables de la luz son muy precarios. Por eso estamos visitando campos proponiendo a los militares que los controlan y a las ONGs que trabajan dentro, la posibilidad de instalar extintores. Por ahora 5 campos visitados y los 5 con respuesta positiva.
Las condiciones de habitabilidad varían mucho entre unos y otros.
El gobierno griego está haciendo un esfuerzo por mantener un mínimo de atenciones a los refugiados pero se trata realmente de un mínimo (alimentación y cierta limpieza), que va resultando cada vez más insuficiente conforme la situación se va alargando en el tiempo.
La entrada y salida del recinto es libre para ellos pero la ubicación de muchos de los campos, en zonas totalmente aisladas o en polígonos industriales, los convierte en la práctica en auténticas cárceles, especialmente en el caso de aquellas ubicadas en naves, con un patio de cemento como única zona al aire libre. Son prisiones a las que se encierra a gente por el hecho de haber tenido la mala suerte de tener que huir de sus casas, amenazadas por la violencia de unos y otros, cárceles en las que gran parte de los prisioneros son niños, algunos bebés.

ROAD TO NOWHERE

    Así se titula una de mis canciones favoritas de los Talking Heads. Y así es como se deben sentir los más de 50.000 «refugiados » atrapados en las granjas de Grecia.

    Y digo granjas porque muchas de esas enormes, tétricas, asfixiantes, sucias y apestosas naves son menos dignas para el ser humano que alguna granja para animales que podemos ver en la Ulzama. Aquí hasta les ponemos música a los animales. Allá les ponemos a prueba a las personas, a ver cuánto aguantan y se marchan de una vez a su país y nos dejan en paz. This Is Europe.
Para decenas de miles de personas, el camino de la esperanza se ha convertido en el camino de la desesperación. Y lo cierto es que tiene muy mala pinta.

    Ahora ya están bien guardaditos donde no se les ve desde el touristic bus. 

    Achicharrados de calor y encima expuestos a las reacciones de algunos descerebrados. Anteayer un coche se llevó por delante a cuatro «refugiados» y un testigo declaró que sus ocupantes se dieron a la fuga sacando el dedo por la ventanilla a lo ….» que os den…»
Pero no pasa nada. Seguramente los sirios de turno invadían la calzada, y como en Grecia se circula mucho por el arcén, pues hala, me los voy a cargar, a ver si espabilan.Cuando llegué a Axioupolis, justo estaban desalojando los campos libres. Y noté tristes a mis compañeros de relevo que llevaban días allí. Luego fuimos entendiendo por qué. Es difícil no empatizar, sentir su agradecimiento, sus miradas, sus sonrisas, sus canciones, my friend…
    Pero la situación ha ido cambiando y todos hemos tenido que adaptarnos,incluso los «refugiados». Al principio no se podía entrar en los campamentos militares,ahora sí según la organización a la que pertenezcas.Mañana quién sabe.
    El avión que me llevará hasta España ya está en el aire y una hermosa luna llena ilumina los amarillentos campos de una Grecia que no sale de una y está metida en otra. O le meten.
    A esta hora en el viñedo de Axioupolis correrá una agradable brisa y «los navarricos» se estarán preparando para ir al pueblo a cenar y tomar unas birras con todo aquel que quiera pasar un rato agradable, repasando lo hecho en el día y planificando qué hacer mañana.
    Con un poco de suerte Marcos cantará y tocará su guitarra . Hoy no estarán Inés, Fernando ni Jokin para tocar las palmas,  Aviviyala!
   Como decía Eduardo, esto es una batidora de emociones y la penúltima la he vivido el día de vuelta a casa. Tras pasar un par de horas en el campo de Vasilika para despedirme de  dos familias sirias he salido a la carretera para coger el bus de vuelta a la ciudad. En la parada había tres familias sirias con tres niños esperando bajo un sol abrasador y me he puesto en la cola. Al llegar el bus me han invitado a subir antes que ellos y me he sentado en el segundo asiento sin sacar billete ni preguntar nada,esperando a hacerlo durante el trayecto. Pero ha sido empezar a subir los «refugiados » y levantarse como loco el chófer de su asiento y montar el numerito.Les quería dejar en tierra sólo porque no tenían monedas para sacar el billete en el bus y la máquina no devuelve cambio ni admite billetes. Entonces he saltado yo diciéndole que no podía hacer eso, que tenían dinero , que querían pagar y que yo les iba a ayudar. Finalmente he conseguido juntar monedas suficientes para sacar los tickets , incluido el mío aunque no me lo había pedido, y darle al chófer en todo el el morro. Aún así el majo de él me ha reclamado durante el viaje que le mostrara los billetes de los adultos y no he podido resistir y soltarle un : «Be patient»!!! , vamos, que ya te vale!

Después, y como no podía ser de otra manera tras andar por «su casa » como si fuera la mía,me he sentado entre ellos y he reconocido a Rezan, uno de los niños a los que días atrás había dado una camiseta de Osasuna. Nos hemos hecho unos selfies y tan agusto.
    Luego he podido sentir cómo la gente que subía al autobús no se quería sentar junto a nosotros, como si apestáramos,y preferían ir de pie bien apretados a acercarse a los «refus». ¡Bravo! Más nos vale educar bien a nuestros hijos y reflexionar sobre cómo nos gustaría que nos tratasen si un día nos vemos en una de estas. ¿Abrirles la puerta o darles un portazo en las narices? Pues parece que se lleva lo segundo, y si encima les saltan los dientes, pues mejor.
    Y ya para acabar voy con la última de la batidora de emociones, más personal.
Pasar en menos de una hora de un campo de «refugiados » a la terminal de un aeropuerto internacional es más fuerte de lo que imaginaba. Ir al baño,asearme, cambiarme de ropa,  sentir el frío del aire acondicionado, entrar al duty free,las colas de gente, echarme un poco de colonia de muestra como la que usa mi hija, comprar un recuerdo para casa…ya soy uno más de nuevo. ¡Vaya contraste! ¿Dónde estaba hace más de una hora? Parece que no pasa nada , la vida sigue.
    Me acuerdo de todas las personas  generosas que he conocido durante estos días. Y digo de TODAS. También de mi familia a la que tengo ganas de ver. El esfuerzo ha merecido la pena, pero no podemos quedarnos ahí como si no pasa nada. En breve aterrizaremos en Gerona.

ROAD TO NOWHERE ????

Gente sin futuro

No somos capaces de imaginar el sufrimiento y el dolor que
empuja a una familia con hijos pequeños a abandonar su tierra, su país, su casa
para embarcarse en una dura y peligrosa carrera hacia ninguna parte. Muchos han
perdido la vida en esta desesperada huida. Encontraron la muerte cuando
precisamente escapaban de ella en Siria o Irak.

¿Cómo vamos entonces a imaginar el sufrimiento de esta misma
familia atrapada durante meses en un campamento de refugiados cuando te dicen
entre lágrimas que prefieren volver al sitio de donde huyeron?  ¿Qué ha hecho mal Europa para que la vida de
esta gente sea  ahora  aun más horrible que la que tenían en Siria?

Esta es la dolorosa realidad que nos hemos encontrado en
nuestra visita al campamento de Vasilika. Allí es donde trasladaron a todos los
refugiados que atendíamos en Eko. La madrugada del pasado lunes la policía
entró en el campamento y los metieron en autobuses para trasladarlos aquí.
Cuentan los cooperantes que fueron testigos que las escenas eran dramáticas.
Las mujeres lloraban y los niños se agarraban entre sollozos a las piernas de
los voluntarios. No sabían donde les llevaban ni lo qué les esperaba. Lo que sí
sabían seguro es que ya no iban a tener la ayuda, el cariño y el calor
solidario de todas las personas que trabajaban como voluntarios en el campo de
Eko. Se lo estaban arrancando.

Para añadir más sufrimiento, a su llegada a Vasilika tuvieron
que soportar los desprecios y las pedradas de un grupo de gentuza indignado por
la incómoda presencia de los refugiados cerca de sus casas.

En efecto, el nuevo campamento de Vasilika, bajo control
militar y policial carece de condiciones para acoger a tantos refugiados. No
hay agua potable, la comida es muy mala y las tiendas se agolpan encerrados en
el interior de una gran nave abandonada donde hace un calor insoportable. Pero es
sobre todo un lugar deshumanizado. Aquí no llega el cariño ni el apoyo afectivo
de los cooperantes voluntarios que actuábamos en Eko. Aqui no hay nadie que
cubra esa necesidad tan importante para ellos.

Para los refugiados el presente es horrible y el futuro cada
vez más incierto. El desánimo y la desesperación se están apoderando de ellos.
Han llegado al punto en el que prefieren morir por una bomba en su tierra antes
que ser condenados a una muerte lenta por la inacción y el abandono de esta
Europa ciega e insolidaria.

Muchos niños han vivido en su corta edad cosas que nadie
debería vivir en todas sus vidas.
La huella de la guerra permanece en su interior y a veces
sólo aflora en un inocente dibujo.

Muestras de apoyo

                            Imágenes tomadas en distintas partes de la geografía peninsular.

                                                                  Tafalla

                                                                                                          Barcelona

                                                                                                       Compostela.

                                                                                                            Valencia