En Policastro, centro neurálgico del voluntariado del norte de Grecia se concentran la mayoría de los warehouses, almacenes donde se recepciona ropa y calzado proveniente de los abarrotados armarios de occidente.
    En el campamento de Bp. hay un edificio abandonado donde malviven hacinados, unas cincuentas personas entre escombros y basura. Provenientes en su mayoría de Pakistán, Irán, y Marrueco, suponen el último peldaño en la escala de los refugiados. Son en su mayoría hombres jóvenes, provenientes de familias humildes, que han apostado todo por que uno del clan llegue a Europa. Normalmente viajan solos y no dudan ni un segundo en intentar cruzar la frontera día tras día. Desde sus países de origen, vienen ligeros de equipaje, pero a ésto se suma que la policía macedonia les quita sus mochilas con las pocas pertenencias que acarrean dentro.
    Intentando abastecer de algo de ropa y calzado a estos refugiados tan desatendidos, ideamos una forma de reparto que evite aglomeraciones y posibles peleas. 
    Es sorprendente, porque pese a la necesidad, respetan de forma ordenada las colas y asumen con aparente normalidad (provienen de sociedades machistas),que una mujer atienda a sus demandas.

El barbero de Damasco.

   Aprovecho un rato libre para acercarme a una de las improvisadas peluquerías del campamento de EKO. Tras el corte pelo y el posterior afeitado, llega una distendida charla en compañía de un chai.
    Fahad me narra su historia desde que abandonara su hogar y su local de trabajo bajo los escombros de Damasco.        Violencia y muerte le  obligaron a huir del país con su mujer y su hijo. Cruzó a Turquía y se dirigió a las costas del Egeo, a la espera que alguna de las mafias le embarcaran rumbo a Chios o Lesbos. Recuerda el horror de una travesía bañada de las lagrimas de su mujer aferrada al pequeño. Una nueva navegación a Atenas, esta vez más tranquila, los depositaría en el continente y por tierra se encaminó al norte de Grecia, donde tras el cierre de la frontera, quedaron atrapados en los campamentos de Idomeni. Gracias a su oficio, Fahad tiene la oportunidad de emplear su tiempo de «ocio» ejerciendo su trabajo y ganar además unos cuantos euros.
 

   La de este barbero es sólo una de las miles de historias que se esconden tras cada una de las haimas de estos campamentos. Y a diferencia de otras personas con las que conversamos, en Fahad todavía no ha hecho mella la frustración y la desesperanza.

                                          Fotos superiores cedidas por Fahad.

 El negocio de Fahad no es único que ha aflorado en esta improvisada urbe.

Campos de Refugiados en Francia con similares o peores condiciones de vida que los campamentos de Grecia.

SHAME from jordi oliver cabra on Vimeo.
LA VERGÜENZA DE EUROPA!
Mientras se discuten las políticas migratorias en las más altas instancias de la Unión Europea, en Francia miles los refugiados siguen malviviendo en las llamadas “junglas”, supuestos campos de refugiados en los que las condiciones de vida distan mucho de ser mínimamente dignas. La situación en Dunkerque, la “jungla” menos conocida demuestra la absoluta vulnerabilidad de los refugiados que llegan a Europa en busca de una vida mejor.
Calais es el campo de refugiados más tristemente famoso en los medios de comunicación. Con 6.000 refugiados sirios, iraquíes, iraníes, afganos, sudaneses y eritreos se ha convertido en el ejemplo más lacerante de la incapacidad de algunos gobiernos europeos de gestionar la mayor crisis migratoria que está viviendo el viejo continente desde la II Guerra Mundial. Apenas a media hora en coche se encuentra otro campo menos célebre y mediático en el que la situación es aún más alarmante: Grande-Synthe, en Dunkerque.

Crisol de culturas y pueblos.

    Los medios de comunicación focalizaron toda la crisis de los refugiados en la dramática llegada de éstos a Lesbos o Chíos, o al hacinamiento de personas en el campamento de Idomeni. Sobre el terreno comprobamos que éste no era el único campamento y que los refugiados se distribuían en campos provisionales por toda la geografía helena. Y si por su situación geografía, Grecia sufría las mayores consecuencias del cierre de las fronteras en Europa, otros países fuera de ésta, acogían a millones de refugiados: Turquía, Líbano, Jordania, Egipto…
    Otra realidad que pudimos constatar trabajando en los campamentos, era la variedad  nacionalidades que poblaban estos campamentos. Sólo Idomeni reunía hasta veinte nacionalidades distintas y acompañando a una mayoría siria, se agolpaban gentes llegadas desde India, Bangladés, Pakistán, Afganistán, Kurdistán, Irak, Irán, Marruecos… incluso países del centro de Africa.

    La convivencia entre distintos pueblos y culturas podría resultar soportable, pero en estos campamentos se viven situaciones de extrema necesidad y unido a la frustración y abandono al que se ven sometidos hace que la menor chispa desencadene peleas y reyertas.
    Esta situación ha llevado a separar en distintas áreas de un mismo campo o incluso en diferentes campamentos a gentes de distinta procedencia.

 

Una buena organización.

Lo primero que me sorprendió a mi llegada a Idomeni fue la cantidad de ONGs, pequeñas asociaciones o cientos de voluntarios que trabajaban en los campamentos. Pero las ganas de colaborar no siempre eran canalizadas de la forma más eficiente y se perdía mucho tiempo y esfuerzo en en camino.
Un ejemplo de buena gestión en la ayuda a los refugiados es la llevada a cabo por nuestros compañeros catalanes de EREC.
Cada mañana se dirigen hasta Tesalónica para abastecerse de frutas y verduras en el mercado de la ciudad. Varios voluntarios les esperan en el almacén de Policastro para la descarga y posterior elaboración de las bolsas de comida. 
El trabajo de censo y distribución de tarjetas de distintos colores realizado días atrás, se verá recompensado haciendo que el reparto vespertino de comida se haga de una manera eficiente y justa. Evitando así las largas colas que soportan diariamente los habitantes de los campamentos.

Lecciones de humanidad.

    Trabajando en los campamentos, no resulta extraño que alguna familia no te sonría y te invite a pasar a su pequeña haima a tomar un té. Había tenido la ocasión de conocer in situ la hospitalidad musulmana, pero resulta sorprendente que incluso en situacines de extrema precariedad, esta gente te ofrezca lo poco que tiene.
    En ocasiones somos invitados a sentarnos a la mesa y compartir los escasos alimentos que han conseguido. Incluso realizando algún reparto de alimentos, nos devuelven parte de lo entregado para que lleguen los limitados recursos para todo el mundo.
    Europa debiera deshacerse de sus prejuicios y perder el miedo a gentes de culturas diferentes  y permitir contagiarse de hospitalidad.

Inmigrantes marroquís en el edificio abandonado de Bp.
Familia afgana en el campo de Hara.

Un nuevo intento

Tras el desmantelamiento del campo de Idomeni, los campamentos de Bp y Hara son los más próximos a la frontera. En ellos se agolpan refugiados de distintas nacionalidades esperando la oportunidad de un nuevo intento de cruzar a Macedonia. 
Las mafias hacen también aquí su agosto cobrando ochocientos euros por cabeza por introducirles en el país vecino. Algunos refugiados son cargados cual ganado, hacinándo hasta ochenta personas en la caja de un camión. Otras, son conducidas a pie a través de las montañas, donde les espera el acordado trasporte con el que deben continuar ruta.
Quiero imaginar que algunos consiguirán atravesar Macedonia y saltar a un nuevo país. Pero la mayoría son devueltos de nuevo de su infructuoso intento. Con suerte, tan sólo llegan cargados de desesperación y rabia, pero algunos también, con signos evidentes del trato de la policía macedónica. Ésta trata de disuadir a los recién llegados golpeándoles brutalmente las rodillas. Se habla incluso, de grupos de civiles voluntarios que patrullan a la caza del refugiado.
Aún así, algunos no cesan en su empeño e intentan en repetidas ocasiones llegar a Serbia con sus respectivos fracasos.
Una nueva muestra del trato deshumano que Europa ofrece a los más necesitados.